Soy profesional universitaria. Aporté “religiosamente” 40 años a la Caja de Autónomos. Hoy cobro la jubilación mínima, que me convierte en indigente. Cómo creen que me cae ver las imágenes de la Jefa Camporista del PAMI, Luana Volnovich, y su pareja, Martín Rodriguez, su segundo en el organismo, disfrutando de una vacaciones en un bar de una paradisíaca isla cerca de Cancún, Méjico, desoyendo los consejos del  propio Presidente, que sugirió a sus funcionarios vacacionar en nuestro país. Además de serlo hay que parecerlo, decía mi abuela. Argentina está atravesando una de sus peores crisis, y lo que los ciudadanos esperamos de la clase política es cierto pudor, respeto, empatía, decoro. Que al menos parezca que les importamos. ¿Le pedirán la renuncia a Volnovich? Claro que no. Como no se la exigieron a Victoria Donda por tener una empleada en negro, ni a nuestro embajador en Nicaragua por no denunciar inmediatamente al presunto autor intelectual del atentado a la AMIA, presente como él en la asunción de Ortega.  A los poderosos no se los castiga en Argentina. Sólo al ciudadano de a pie. Al ladrón de gallinas, otro dicho de mi Nonna.