por Irene Bianchi         
“La laguna dorada”, de Ernest Thompson, en versión de Manuel González Gil. Elenco: Pepe Soriano, Claudia Lapacó, Emilia Mazer, Rodrigo Noya, Joselo Bella, Fabián Talin. Música original: Martín Bianchedi. Diseño de escenografía: Jorge Ferrari. Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova. Doseño de vestuario: Sofía Di Nuncio. Diseño de maquillaje y peinado: Alberto Moccia. Dirección: Manuel González Gil. Producción: Eloisa Cantón, Bruno Pedemonti y Nacho Laviaguerre. Metropolitan Citi. Funciones: miércoles y viernes 20.00 hs., sábados: 22.00 hs., domingos: 19.00 hs.
Película memorable “On Golden Pond” (1981), dirigida por Mark Rydell, protagonizada por Henry Fonda, Katharine Hepburn (labor que le valió un Oscar), Doug McKeon y Jane Fonda. El guión cinematográfico fue escrito por el propio autor de la pieza teatral, Ernest Thompson.. La versión de Manuel González Gil está a la altura de ese entrañable film.
En esta pieza, “Román” (Soriano) y “Bel” (Lapacó) son un matrimonio de larga data, que pasan sus veranos en la cabaña de la laguna. El está por cumplir 80, ella 70. La hija de ambos, “Eva” (Emilia Mazer), a quien hace 8 años que no ven, cae de visita con su nuevo novio “Tomás” (Fabián Talin), y el hijo de él “Tomy” (Rodrigo Noya). También está “Tony” (Joselo Bella), el cartero, secreta e inconfesadamente enamorado de Eva. No es ésta una visita desinteresada. Eva les pide un favor muy especial: que Tomy se pueda quedar con ellos durante un mes, mientras la pareja se va a Europa, en un viaje íntimo y romántico.
Román es un tipo duro por fuera, pero muy tierno debajo de esa cáscara. El vínculo con su hija nunca fue fácil ni fluido, a tal punto que ella no puede llamarlo “papá”. Este es tal vez el nudo gordiano de la pieza: la dificultad de verbalizar los conflictos y los afectos, de expresarse sin tapujos ni auto-censura, de vencer el miedo a sacarse la coraza y volverse vulnerable pero humano. Y ellos lo logran, a su manera.
Lo que al principio parece una incomodidad para Román y Bel, se convierte luego en una bendición. La estadía del adolescente Tomy en la cabaña rejuvenece al gruñón Román, quien poco a poco se relaciona con él como el nieto que nunca tuvo. Este es un punto de inflexión en las vidas de ambos, que se enriquecen mutuamente y entablan un vínculo imperecedero.
¿Qué decir de la dupla integrada por dos “animales de teatro” como Pepe Soriano y Claudia Lapacó? Son esos actores que se entienden con la mirada, a quienes se les cree cada palabra, cada gesto, cada silencio, honestos hasta la médula, rendidos al servicio de la construcción de sus criaturas escénicas.
No es fácil estar a la altura de Soriano y Lapacó, por su oficio, solvencia y trayectoria. En este caso, tanto Mazer, como Noya, Bella y Talin, lo logran con creces. Es un elenco parejo, en el que nadie desentona y todos se lucen. Auguramos un rico futuro profesional para el joven Rodrigo Noya, para quien seguramente es un verdadero honor  trabajar al lado de semejantes figuras y nutrirse de su talento.
La dirección de Manuel González Gil es dinámica. Hay muy buenos climas, subrayados por una excelente puesta de luces y una muy adecuada musicalización. Hermosa y funcional la ingeniosa escenografía de Jorge Ferrari.

La función del viernes 11 de abril tuvo un valor agregado. Tras el saludo final, Pepe Soriano, conteniendo sus lágrimas, despidió a un grande, Alfredo Alcón, su colega y amigo personal, calificándolo de “Buque Insignia de la profesión”, resaltando su ética, su honestidad, su dignidad, su hombría de bien. “Dejó un hueco de luz”, agregó, y la platea estalló en un aplauso de pie. Emoción a flor de piel.