“¡No me quiero morir!”, gritaba Mariano Barbieri, de 42 años, padre de un bebé e ingeniero civil, mientras era asistido por empleados de una heladería a la que llegó tambaleante, tras ser apuñalado cerca del Jardín Japonés, en el barrio porteño de Palermo, por delincuentes que le robaron el celular.Lamentablemente, tras ser trasladado al Hospital Fernández, falleció. Esas palabras, tal vez sus últimas, resuenan en mis oídos como si yo hubiera estado ahí. “No me quiero morir”. Y las haría extensivas a todos nosotros, los argentinos que padecemos la inseguridad a diario.No nos queremos morir. No queremos que nos maten al salir o entrar a nuestras casas, en la calle, en el colectivo, en un comercio, mientras hacemos actividad física en un parque o una plaza.¿Hay alguien que nos escuche? ¿Hay alguien que nos defienda? Tampoco nos queremos morir de hambre, de angustia, de tristeza, de desesperanza. ¿Se da cuenta la clase política en su totalidad que la vida en Argentina no vale nada? ¿Que estamos a la buena de Dios y que Dios no es argentino?Estamos viviendo un momento de transición. Quienes asuman el nuevo gobierno, ¿realmente están preparados para lidiar con este deplorable estado de cosas? Hoy todos somos Mariano Barbieri, como ayer nomás todos fuimos Morena, la nena arrastrada y asesinada por motochorros.¿Cuántas muertes más antes de que alguien haga algo para evitarlas? ¿Cuántas?

Diario Clarín, 1/9/2023

Ilustración @MComadreja