por Irene Bianchi
“La Casa de Bernarda Alba”, de Federico garcía Lorca, en versión de José María Muscari. Elenco: Andrea Bonelli, Valentina Bassi, Adriana Aizamberg, Andrea Frigerio, Mimí Ardú, Lucrecia Blanco, Mariana Prommel, Florencia Torrente, María Rosa Fugazot. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Gonzalo Córdova. Vestuario: Renata Schussheim. Faroni Producciones. Dirección: José María Muscari. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Considerado uno de los principales valores de la poesía contemporánea, el granadino Federico García Lorca (1898-1936) es una figura representativa de la llamada “Generación del 27”. En cuanto a su labor como dramaturgo,  sus dramas, “Bodas de sangre” (1933), “Doña Rosita la soltera” (1935) y “La casa de Bernarda Alba” (1936), le otorgaron un puesto destacado en el mundo del teatro. Todos ellos giran en torno a los dos grandes temas de Lorca: el amor y la muerte. A estas dos líneas argumentales básicas, quedan asociadas otras dos cuestiones: la esterilidad -“Yerma” (1934) – y la frustración.
Calificadas como “tragedias líricas”, en sus obras dramáticas se revela el conflicto brutal entre el destino fatal y el desesperado intento de rebeldía individual; el mundo sujeto a leyes arcaicas, frente a la vitalidad del ser humano, abortada e inútil.
 Bernarda, la tirana, tras enviudar por segunda vez, se impone e impone a sus 5 hijas – Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela-  un riguroso luto de 8 años. La madre de Bernarda, María Josefa, también habita esa casa, encerrada por loca. Hay dos criadas, la Poncia, confidente de Bernarda, y otra de menor rango.
Pepe el Romano, personaje que no aparece pero que sobrevuela toda la obra, representa el deseo, ese deseo maniatado, amordazado y reprimido, que explota en el pecho de estas mujeres, y desencadena el desgraciado final.
La versión de José María Muscari es respetuosa del texto lorquiano. Nos llamó la atención las frecuentes risas del público, tratándose de una tragedia por donde se la mire. No parece haber sido ésa la intención de la puesta, que logra climas de intenso dramatismo.
 La labor actoral es homogénea. María Rosa Fugazot, quien heredó este papel de Norma Pons, tiene una presencia escénica contundente, y trasmite la crueldad y autoritarismo que su Bernarda exige. A su lado se destacan la Poncia de Andrea Bonelli, y la criada de Mimí Ardú. Un hallazgo la composición de Adriana Aizemberg, esa abuela desquiciada que encierra la alegría y desbordes ausentes en esa casa-tumba. Valentina Bassi, construye una Martirio llena de dobleces, compleja, rica en matices. La Magdalena de Mariana Prommel, esa hija que hubiera deseado nacer varón, conmueve por su potencia expresiva. Bien y medida Andrea Frigerio, en el rol de Angustias, la prometida de Pepe el Romano, como así también la tímida y escurridiza Amelia, de Lucrecia Blanco.
En cuanto a Adela (Florencia Torrente), personaje clave de la obra, puesto que es la única capaz de enfrentar a Bernarda y todo lo que ella representa, la dicción de la actriz resulta poco clara,  y desmerece la innegable entrega y energía que despliega en escena.
La puesta de Muscari es coreográfica, prolija y efectiva. Asumió un riesgo del que sale más que airoso. Prueba de ello son los cuantiosos premios recibidos, y un Coliseo Podestá colmado de un público agradecido.
 Excelentes la música incidental y la puesta de luces.
“La casa de Bernarda Alba”: triste historia de mujeres desangeladas.