por Irene Bianchi

“Intimidad Indecente”, de Leilah Assumpcao, adaptada por María Antonia Eyros. Protagonistas: Marta González, Arnaldo André. Vestuario y producción de escenario: Agustina Cabrera. Sonido e iluminación: Alejandro Paredes. Música original y producción artística: Rodolfo Cabrera. Producción en gira: Pablo Tubio. Producción general: Los Cinco Pasos-Orlando Insfran. Dirección: Arnaldo André. Teatro Municipal Coliseo Podestá.

“Roberta” y “Mariano” tienen alrededor de 50 años y llevan 20 de casados. La rutina ya ha erosionado la relación sin prisa y sin pausa, diluyendo el deseo. A él le agarra el típico “viejazo” y se metejonea con una amiga de su hija, 30 años menor. La confesión tiene su costo: Roberta lo pone de patitas en la calle, y ambos comienzan a transitar  caminos separados, sin dejar de verse y frecuentarse de vez en cuando.
Tal el planteo de esta obra de la destacada autora brasilera Leilah Assumpcao, adaptada por María Antonia Eyros, que recorre la vida de esta pareja a lo largo de 40 años. Roberta y Mariano dejan de convivir, pero no de amarse. Siguen siendo compañeros de ruta, a pesar de todo. El vínculo sobrevive contra viento y marea. Cada vez que se encuentran, se sorprenden mutuamente con las anécdotas de cada uno, algunas ciertas otras fantaseadas.
Es un verdadero desafío actoral ir transitando los cambios de edad de una manera verosímil. Se requiere adaptar sutilmente el lenguaje corporal, gestual, la impostación y tono de voz, para que el paso de los años se vuelva creíble. La dupla González-André lo logra con creces. Ambos personajes van envejeciendo frente a los ojos del espectador escena tras escena, hasta llegar al sorpresivo final.
La “viejita” que compone Marta González es indudablemente un “capo lavoro”. Su andar, su temblequeo constante, su mirada perdida, su balbuceo, sus titubeos: todo cuidado al detalle, minuciosamente supervisado por la ajustada dirección de André.
Muy acertado el recurso de matizar las escenas con monólogos dirigidos a la platea, que rompen la cuarta pared. Los personajes se confiesan de cara al espectador, creando un clima intimista y privado.
También André “envejece” bien. Su Mariano, tan autosuficiente y frontal del comienzo, se va enterneciendo y humanizando en el transcurso de la obra.
Esta amable comedia dramática divierte y conmueve, suscitando la complicidad del público y generando empatía. Hay ciertas vueltas de tuerca de la trama que preferimos no revelar, y algunos guiños graciosos, como cuando Roberta, recién separada de Mariano, grita a los cuatro vientos “¡No más Amo y Señor!”
 “Intimidad Indecente”: el amor después del amor.