por Irene Bianchi
Siete internas de la Unidad 33 de Los Hornos, integrantes del “Elenco Inestable Expres-Arte”, entrenadas y dirigidas por el Profesor Miguel Di Benedetto y su asistente Marcela Vidal, ofrecieron una conmovedora ceremonia teatral en el salón de actos del Liceo Victor Mercante de nuestra ciudad, para los alumnos que cursan el último año en dicha emblemática escuela.
El espectáculo propone un viaje imaginario, desde los orígenes del teatro hasta nuestros días. Los griegos, con su Coro y sus máscaras, Aristófanes y su revalorización de la figura del actor; el surgimiento del mecenazgo; los autos sacramentales a cargo de los elencos de las iglesias; el teatro medieval; los juglares y los actores trashumantes; los llamados cómicos de la legua; el Renacimiento; la aparición de grandes autores, como Lope de Vega, Moliére, Shakespeare; el teatro oriental; el circo criollo rioplatense, con su “Pepino el 88”; el radioteatro. En suma, un pantallaza dinámico, divertido e ilustrativo de la evolución del arte de Thespis.
Más allá de la gracia y frescura de las actrices, lo verdaderamente formidable de esta propuesta, es la utilización del teatro como puente que une dos universos: el de esas mujeres privadas de su libertad, cumpliendo sus respectivas condenas, y el de esos jóvenes estudiantes, a punto de ingresar al mundo de los adultos, dejando atrás ese ámbito tan contenedor y formador que los ha preparado para tal fin.
Esta experiencia es absolutamente enriquecedora para todas las partes involucradas. Por un lado, para las internas de la Unidad 33, las protagonistas, que seguramente encuentran en esta actividad un espacio de libertad creativa, expresión, aprendizaje y crecimiento. Por otro lado, para los alumnos y docentes que conforman el público, en quienes se percibe un enorme respeto y gratitud por el esfuerzo y la entrega.
El arte sana, purifica, libera, eleva, le pone alas al corazón. El arte traspasa el encierro, lo atraviesa. Abre puertas y ventanas. Rescata lo mejor de cada uno, lo no contaminado, la inocencia del niño.
No había barrotes entre el escenario del Liceo y la platea. Hubo, sí, comunión, empatía, alegría, celebración. Se compartió una fiesta. Por eso hablamos de ceremonia teatral, de un encuentro del que todos los asistentes salimos modificados, mejores.