Allá por el ’92, tuve la dicha de ver “El Zoo de Cristal” con la enorme actriz Inda Ledesma, en el papel de “Amanda Wingfield”, e Ingrid Pelicori en el de su hija, “Laura Wingfield”. Hoy en la Sala 420 de La Plata, es Ingrid quien encarna a la madre sureña, y Malena Figó a su hija. Los roles masculinos: Agustín Ritano es “Tom Wingfield”, hijo de Amanda, y Martín Urbaneja es “Jim O’Connor”, amigo de Tom.

¿Qué decir de Tennessee Williams (1911-1983?) Autor de obras memorables como “Un tranvía llamado deseo”, “Verano y humo”, “La rosa tatuada”, “Dulce pájaro de juventud”, “La gata sobre el tejado de zinc caliente”, “De pronto, el verano pasado”, casi todas ellas llevadas al cine. Sus temas recurrentes: la decadencia, la pobreza, los instintos carnales, la codicia, la mutilación, el incesto, la frustración. 

“El Zoo de Cristal” (“The Glass Menagerie”) es una obra intimista, muy chejoviana. Sus personajes son individuos en pugna con las coacciones del medio. “Tom”, poeta frustrado, trabaja muy a pesar suyo en una zapatería, y sueña con mandarse a mudar, abandonar ese pequeño departamento y esa vida rutinaria, gris, chata. Intenta saciar su sed de aventuras yendo al cine. Pesa sobre él la enorme responsabilidad de mantener a su madre y a su hermana, pero siente el mismo impulso de fuga y libertad que hizo que su padre se fuera para siempre y los abandonara. Ese padre cuyo retrato preside la mesa, como si aún viviera con ellos.

Laura, hermana de Tom, es una muchacha tan frágil y vulnerable como las piezas de cristal que colecciona. Extremadamente tímida e introvertida, tiene además un defecto físico que agudiza su inseguridad y su falta de auto-estima. Amanda la sobreprotege y se propone conseguirle un “candidato” para que no termine siendo una “pobre solterona”.

Amanda es la “Reina Madre” de la casa. Se resiste a aceptar la realidad en la que viven, y recuerda con nostalgia su holgada vida sureña, atendida por sirvientes y “festejada” por jóvenes apuestos y pudientes. Verborrágica, mandona, enérgica, digita la vida de sus hijos como si no fueran ya mayores de edad. Logra que Tom invite a cenar a un compañero de trabajo, Jim, para cumplir con su cometido con respecto a Laura.

Jim O’Connor, el irlandés, es un tipo bonachón, que supo tener su buena fama de muy joven, pero las cosas no resultaron como él soñaba. Sin embargo, no parece darse por vencido y recita casi de memoria consejos de auto-ayuda para insuflarle ánimo a Laura.

Los trabajos actorales de Pelicori, Figó, Ritano y Urbaneja: impecables, medulares, convincentes. Destilan verdad. La dirección de Gustavo Pardi logra subrayar las ocasionales situaciones de humor que alivian la tensión dramática. Una puesta dinámica con oportunos matices.

Ingrid Pelicori, tan versátil como lo fue Inda Ledesma en su momento. Se adueña de la escena con una solvencia asombrosa, pícara por momentos, autoritaria y dura en otros, humana siempre. La vimos hace poco en esa misma sala en la piel de Liv Ullmann en otro trabajo exquisito.

Quisiera resaltar la finísima composición de Agustín Ritano y de Malena Figó en sus respectivos personajes. Cuidados hasta el más mínimo detalle. “Tom” es una suerte de relator, que rompe la cuarta pared y comparte sus sentimientos y aspiraciones con el público. Se rumorea que Tom es el alter-ego del mismísimo autor. Malena Figó inspira ternura con su joven aniñada, dependiente, endeble, siempre a punto de resquebrajarse. Una pieza más de su zoológico de cristal.

El enérgico y expresivo Jim de Martín Urbaneja introduce un aire nuevo en la escena, que por un momento parece cambiar el rumbo de las cosas.

Para quienes no vieron este clásico, la buena noticia es que “El Zoo de Cristal” vuelve a la Sala 420 de La Plata, el sábado 29 de junio, dado que se agotaron las localidades el sábado 15.

Un consejo: no se la pierdan.

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