Joan Manuel Serrat. “El vicio de cantar”. Músicos: Ricard Miralles (piano, arreglos y dirección), Josep Más Kitflus (teclados), David Palau (guitarra), Ursula Amargós (viola y voz), Vicente Climent (batería), Rai Ferrer (contrabajo) y José Miguel Sagaste (vientos). Sala: Movistar Arena. Gira:  Serrat 1965-2022. Próximas funciones: 25, 26 y 29 de noviembre.

¿Qué decir de “El vicio de cantar” en el bellísimo Movistar Arena? ¿Cómo calificar esta esperada cita de miles de personas con un artista incomparable? Lo resumiría con un simple “¡Gracias!” Gracias por tu poesía, Nano, por tu sensibilidad, tu don de gentes, tu picardía, tu poder de seducción, tu bonhomía.  Gracias por tus canciones, con las que crecimos, bellas melodías que resuenan y resonarán por siempre en nuestra memoria y nuestro corazón. Gracias por tu emoción sincera, compartida con miles de espectadores que te colmaron de amor en una noche mágica. Risas y lágrimas, aplausos a rabiar, un coro multitudinario, unas ganas de abrazarte fuerte, fuerte, y agradecerte por tanto.

 Dijiste que tu intención es hacernos mutuamente un poco más felices. ¡Y vaya si lo lograste! Generosamente, durante dos horas y media, nos regalaste una veintena de temas: “Dale que dale”, “Mi niñez”, “El carrusel del Furo”, “Señora”, “Romance de Curro El Palmo”, “No hago otra cosa que pensar en ti”, “Algo personal”, “Nanas de la cebolla”, “Para la Libertad”, “Canço de bresol”, “De cartón piedra”, “Porque te quiero a ti”, “Es caprichoso el azar” (soberbio dúo con Ursula Amargós), “Hoy puede ser un gran día”, “Padre”, “Mediterráneo”, “Aquellas pequeñas cosas”,  “Todo pasa y todo queda”, “Penélope”, “Mi pueblo blanco”, “Vendedor de yuyos”, “Fiesta”. Una panzada de buena música y letras entrañables.

 Tu voz, Nano, impecable, rica, llena de matices. Tu estampa escénica, garbosa. Tu humor, chispeante. Cálido, cómplice, tierno, sos todo lo que está bien.  Estoy segura que sabés  perfectamente qué lugar ocupás en el alma de los argentinos: un sitio privilegiado, sólo reservado a los Artistas con mayúsculas, a quienes nos hacen más felices, a quienes enriquecen nuestras vidas y hacen que valga la pena seguir, contra viento y marea. Hasta siempre, Maestro. Ésta no es una despedida. No se va del todo quien deja semejante huella. “Fins aviat”, querido Nano.