“El Vestidor”,  (The Dresser), de Ronald Harwood, en versión de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Elenco: Arturo Puig, Jorge Marrale, Gaby Ferreiro, Ana Padilla, Belén Brito. Música original: Angel Mahler. Diseño de escenografía: Gonzalo Córdoba Estévez. Dseño de Iluminación: Ricardo Sica. Diseño de vestuario: Silvina Falcón. Diseño de maquillaje: Sofía Núñez. Producción general: Angel Mahler y Leo Cifelli. Prensa & difusión: We Prensa & Comunicación. Dirección general: Corina Fiorillo. Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza.

Hace apróximadamente 10 años, en esta misma bella Sala Pablo Picasso del Paseo La Plaza, vi  a Federico Luppi y a Julio Chávez, protagonizando “El Vestidor”, dirigidos por Gabriel Cavia.

Hoy, esta conmovedora y vigente pieza de Ronald Harwood vuelve de la mano de Arturo Puig y Jorge Marrale, dirigidos por Corina Fiorillo. Y es precisamente en la dirección donde me quiero detener en primera instancia. Me pareció estupenda su labor en “El principio de Arquímides”, la inquietante pieza de Josep Miró, y aquí me vuelve a sorprender su capacidad de alternar los climas, sin cargar nunca las tintas ni subrayar nada en exceso. Y la mirada femenina, creo, enriquece la dramaturgia de Harwood. Hay toques de humor, a pesar de tratarse de una obra que transcurre en plena segunda guerra mundial, con el sonido de los bombardeos como “música” de fondo. Mano experta y filosa la de Fiorillo. Gran directora.

¿Qué decir de la dupla protagónica?  Se percibe una muy buena química entre ambos, que se traduce en un  fluido juego escénico. Marrale es el actor estrella de una compañía shakespiriana en gira. Ególatra, narcisista, mandón,  manipulador, caprichoso como un niño malcriado, este Rey sin corona es el sol alrededor del cual giran los demás personajes, sus “lacayos”.  Pero “Il Divo” está cansado, exhausto, le falla la memoria, mezcla los parlamentos de los héroes del Bardo, está en franca decadencia, en la recta final. Y él lo sabe. Los demás también. Hermoso trabajo el de este actor todo terreno, tan versátil y verosímil.

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A su lado, su fiel ladero y servidor, “Norman”: meticulosa creación de Arturo Puig, que compone con sutileza un personaje entrañable, querible, que suscita compasión, conmiseración y ternura. Su curioso andar, el movimiento de sus manos, sus interminables relatos, sus celos obsesivos, su servilismo casi genuflexo: todo cuidado al más mínimo detalle, creíble, conmovedor. Un gran trabajo de Puig, diferente, medular.

Norman no es el único que ama a “Su Excelencia”. Está “Margarita” (Ana Padilla), su eficiente asistente, cuya coraza fría y distante esconde un inconfesado amor. Y la esposa del divo, encarnada por Gaby Ferrero, harta también de tanto trajín por teatros de provincia, y de seguir interpretando  personajes como la hija del Rey Lear. Quien sí muere por ocupar ese lugar es la “damita joven”, “Irene” (Belén Brito), embelesada y subyugada por el aura del gran actor.  Tres logrados personajes.

La música original de Angel  Mahler es un gran aliado a la hora de crear climas.  La escenografía,   vestuario, el maquillaje y los peinados, recrean con acierto y prolijidad la época en que transcurre la obra.

Había muchos actores, actrices y directores consagrados en el público en la función de prensa, y tratándose ésta de una obra que hace referencia todo el tiempo al oficio, se entabló una cálida complicidad con la platea, un ida y vuelta muy genuino.

La bella  música de Angel Mahler es un gran aliado a la hora de crear climas.

“El Vestidor”: una muy recomendable propuesta de la rica y variada cartelera porteña.