El domingo empezaron a soplar aires de cambio. Hoy se respira mejor. Ojalá estemos dejando atrás una manera de hacer política que nos ha aislado del mundo y nos ha enfrentado entre nosotros. La sociedad habló clarito en las urnas. Hoy sabemos lo que no queremos: el estilo pendenciero, prepotente, patotero, negador de la realidad.
No queremos que nos descalifiquen por no adherir a un “modelo” que se dice nacional y popular, y excluye y desprecia a gran parte del pueblo. El que quiere oír, que oiga. Es probable que los K sigan mirando otro canal: el que dice que está todo bien, que la inseguridad sigue siendo una sensación inflada por los medios, y que la inflación no es tal. Pero, tarde o temprano, deberán reconocer su decadencia, su derrota, el fin de una era signada por el capricho y el autoritarismo.