por Irene Bianchi
“El patio de la morocha”, de Cátulo Castillo y Aníbal Troilo. Versión: Elio Marchi. Elenco: Susana Rinaldi, Roberto Carnaghi, Miguel Habud, Julio López, Roxana Fontán, Juan Vitali, Laura Bove, Silvina Bosco, Carlo Argento, César Bordón, Roberto Vallejos, Francisco Pesquera, Verónica Piaggio, Carla Pantanali, Alberto García Satur, Julián Pucheta. Bailarines: Sol Viviano, Osmar Ododne, Pamela Garegnani, María Laura Caracho, Ignacio González, Ollantay Rojas.Vestuario: Pablo Battaglia, Mónica Mendoza. Escenografía: Jorge Ferrari. Iluminación: Jorge Merzari. Coreografía: Laura Roatta. Arreglos y dirección musical: Juan Carlos Cuacci. Producción: Lino Patalano. Dirección general: Claudio Gallardou. Martes a domingos 21 hs. en la Carpa, Laprida y Bartolomé Cruz, Vicente López. Entradas: $40. Venta: en la Carpa y en el Teatro Maipo, Esmeralda 443. 
El poeta y pianista Cátulo Castillo (1906-1975), recorrió con sus letras los temas que siempre obsesionaron al tango: la nostalgia por lo perdido, los sufrimientos del amor y la degradación de la vida. Entre sus obras memorables, se destacan “Tinta roja”, “La última curda”, “Desencuentro”, “El ültimo café”, “María”, “Caserón de tejas”. Colaboró con grandes compositores, como Homero Espósito, Homero Manzi, Sebastián Pina y Aníbal Troilo. Justamente en colaboración con “Pichuco” y Mariano Mores, Castillo escribió este sainete lírico, que se estrenó en el teatro Enrique Santos Discépolo en 1953, con Aída Luz en el rol protagónico. También fue llevada al cine por Manuel Romero, protagonizada por Virginia Luque.
En una carpa de 12 metros de altura, con capacidad para 1.000 espectadores (donde se presentó el “Cirque du Soleil” el año pasado), 16 actores, 6 bailarines, y 8 músicos en vivo, recrean este melodrama, con el inconfundible sello de Claudio Gallardou (La Banda de la Risa), estudioso y conocedor como pocos, de ese género tan rioplatense: el circo criollo, espectáculo popular por antonomasia. De hecho, Gallardou crea el clima apropiado antes de que el público ingrese a la carpa, y lo recibe con los personajes típicos: Pepino el 88, el payaso, el clown, la bailarina, gimnastas, prestidigitadores, contorsionistas, acróbatas, retrotayéndonos al estreno de “Juan Moreira” (1886), y a carpas como las Circo Olímpico (Esmeralda entre Charcas y Santa Fé), o la del Politeama Humberto Primo (Moreno y Cevallos).
Casi como un drama shakesperiano, el amor entre los dos protagonistas de “El patio…”, “Argentina Verdiales, la Morocha” (Fontán), y “Martín Luna” (Habud), parece signado por la tragedia. “Renuncio Verdiales” (Carnaghi), padre de la joven, no duda en entregar a su hija en brazos de “Batistín Sorella” (López), como pago del  financiamiento de su campaña política. Frío, amoral, inescrupuloso, corrupto, Verdiales cosechará su siembra amarga con el correr del tiempo, y se redimirá antes de que sea demasiado tarde.
La impecable Susana Rinaldi, en el rol de la Memoria, irá hilvanando los distintos cuadros, a través de canciones como “Perdóname”, “Amor en remolino”, “Mi tango triste”, “Soy memoria”, “El patio de los dos”, con una voz y una intensidad interpretativa que impactan y conmueven. La artista deslumbra, ocupa toda la escena y genera ovaciones. Impecable asimismo el maestro Cuacci a frente de la orquesta, con una bandoneonista de lujo: Ayelén París Negrín.
Impactante labor de Roxana Fontán como cantante y como actriz. A su lado, Miguel Habud se luce de igual manera. Destacamos en especial el trabajo de Laura Bove, madre de la Morocha, que construye un personaje muy rico en matices: un capo lavoro de la “ex galleguita”, devenida ahora en la “tana” Doña Rosa.
Qué decir de Roberto Carnaghi, actor versátil si los hay, quien hace gala una vez más de sutiles transiciones, en ese padre con tantas luces y sombras.
Todo el resto del nutrido elenco, igualmente efectivo en sus composiciones.
Muy affiattado el cuerpo de baile, y atractiva la coreografía de Laura Roatta. Sumamente ingeniosa y funcional la escenografía de Jorge Ferrari, como así también la puesta de luces de Jorge Merzari, que ayuda a generar los climas diversos de la pieza.
Párrafo aparte merece el excelente vestuario de Pablo Battaglia y Mónica Mendoza.
Gallardou no descuida ni un solo detalle de su dinámica y entretenida puesta.
  “El patio de la morocha”: lograda propuesta que ojalá remede el carácter trashumante del circo criollo, y recorra los pueblos de provincia, llevando su arte a cuestas.