¿Qué mejor festejo aniversario de la Sala 420 que iniciar su 30° temporada con la presentación de Roberta Carreri, actriz, maestra y escritora italiana formada en el Odin Teatret? En ese mismo ámbito, tuvimos el privilegio de escuchar en dos ocasiones a Eugenio Barba, quien nos abrió las puertas del mítico Odin, relatando y ejemplificando pormenorizadamente el riguroso y meticuloso entrenamiento físico y vocal de sus actores, verdaderos acróbatas de la escena. La presencia en La Plata de representantes del Odin, siempre genera enorme expectativa y convoca a cientos de ávidos espectadores, muchos de ellos estudiantes y docentes de teatro, actores y directores.

Roberta Carreri ofreció dos demostraciones: “Huellas en la nieve” y “El camino de Nora”, en días subsiguientes. La idea de sus “performances” es mostrar prácticamente el proceso de construcción de los personajes, el revés de la trama, el o los caminos que el actor recorre hasta plasmar la criatura que deberá interpretar. El trabajo es de adentro hacia afuera, de modo que cada acción, cada gesto, cada andar, cada movimiento, cada decir, cada pausa, no es azaroso sino que resulta absolutamente orgánico. Es una labor artesanal, casi de orfebre.

Resulta fascinante leer esa suerte de partitura que la actriz ejecuta, con un instrumento tan sutilmente afinado, armónico y preciso.

Ver a los actores del Odin en acción es – en mi opinión- comparable a presenciar un espectáculo del Cirque du Soleil. Ambos dejan traslucir un trabajo previo exhaustivo, extremo, que apunta a la excelencia, a la perfección. Si bien la improvisación es el punto de partida en la génesis de las propuestas del Odin, etapa en que la libertad creativa es absoluta, luego algo de esa improvisación se fija, se cristaliza, en pos del espectáculo.

Roberta Carreri, que habla 6 idiomas (entre ellos, un muy fluido español), se brindó con enorme entrega y generosidad al público que colmó la capacidad de la Sala 420 el miércoles y jueves. Luego de ofrecer 4 versiones del final de “Casa de Muñecas”, de Ibsen, se prestó a una serie de preguntas de los presentes. Alguien le preguntó qué es lo que la hace seguir formando parte del Odin desde 1974. Ella, emocionada, respondió: “Es un lugar de plenitud total. En el escenario me siento viva. Estoy presente. Absolutamente presente. Lo danzo.”

En el prefacio de “Rastros: training e historia de una actriz del Odin Teatret”, libro de Roberta Carreri, Eugenio Barba escribe: “Vivimos encerrados en cielos de palabras, de historia y convenciones. Bajo estos cielos flota una isla a la que llamamos teatro. Podemos habitarla como un refugio o como un lugar donde ponernos de puntillas para rasgar aquí y allá los velos de esos cielos, con la esperanza de entrever el punto de contacto entre los dos mundos en los que nos mantenemos en equilibrio: el mundo de las ilusiones que nos ayudan a vivir, y el otro, el de la realidad, que para algunos de nosotros resulta insoportable de mirar durante mucho tiempo”.

Por unas horas, esta formidable actriz nos permitió compartir su isla. Y danzamos con ella.