Se suele decir que nunca es tarde. Pero a veces sí. A veces ES tarde. Demasiado tarde. Ahora la Presidente, a un paso de dejar el Poder, pide amor, comprensión, unidad. Ahora se acuerda de convocarnos al diálogo, a la colaboración. Ahora reconoce que su tono es duro e imperativo. Ahora pide perdón por sus formas. Huele raro, Sra. Presidente. Suena oportunista, extemporáneo, impostado. Disculpe, pero no le creo. No creo en su repentino cambio de actitud. Pienso que es un manotazo de ahogado, un último intento por revertir su mala imagen, una necesidad de no dejar tan mal recuerdo en muchos de nosotros, los que nos sentimos ninguneados y descalificados por Ud y sus funcionarios, los “paranoicos” que “exageramos” el tema de la inseguridad, los que creemos que esta gestión echó por tierra la cultura del trabajo, entre tantas otras cosas que se perdieron a lo largo de lo que Ud llama “década ganada”. Entiendo su estrategia, Sra. Presidente. Es lógica y comprensible. Pero no le creo.