Gracias, Máxima. Por tu clase, tu gracia, tu belleza, tu humildad. Gracias por representarnos tan bien. Gracias por permitirnos acceder a esa fiesta popular en Holanda como invitados VIP, y poder compartir esa algarabía, ese jolgorio, esa bulliciosa celebración naranja en las calles. Gracias por posicionar a la Argentina en el centro de la atención mundial, como lo hicieron y siguen haciendo Lionel Messi y el Papa Francisco.
Genera legítimo orgullo que una compatriota nuestra se haya convertido en una embajadora de lujo. Tus gestos, tu calidad, tu sensibilidad, tu formación, hablan también de todos nosotros, son una carta de presentación de categoría.
Bienvenido este paréntesis, en medio del clima enrarecido que vivimos puertas adentro, tan tenso, teñido de enconos, sospechas y disputas.
Irene Bianchi
He visto con demasiada profusión las imágenes de la parafernalia que se montó sobre la reina consorte Máxima, con todo respeto a la persona.
Pero ¿a quién puede interesarle? Sí aquí también tenemos varias reinas que nadie les hace una nota, científicas, escritoras, profesionales, docentes, profesoras, empleadas, las anónimas reinas del hogar que se levantan todos los días para ir a trabajar por un magro sueldo para sostener familias, y así hasta el cansancio. ¿Para qué queremos otra en los confines del mundo de la que no se conoce algo bueno que la identifique con nosotros? Tiene un solo mérito: es argentina, aun viviendo en Holanda.
Roberto Sánchez