Respeto profundamente a Lilita Carrió, por su coraje, su coherencia, su honestidad intelectual, su solidez, su perseverancia. Sin embargo, su tweet pidiéndoles a los legisladores que posterguen el debate con respecto a la legalización del aborto, me parece poco feliz. Creo que es hora de separar las convicciones religiosas de cada uno, con los asuntos que nos competen a todos. Demasiada ingerencia tiene ya la religión católica en nuestro país en tantísimos ámbitos. Demasiada importancia y trascendencia se le da a las opiniones del Papa sobre tal o cual tema. Considero que las creencias de cada ciudadano pertenecen a su fuero íntimo, son personalísimas, y no deberían incidir sobre, por ejemplo, la tarea de los legisladores. ¿Cuántos años se demoró la Ley de Divorcio por la resistencia de la Iglesia Católica? Resistencia que muy probablemente se repetirá ahora al debatir la legalización del aborto. Legalización, no obligatoriedad, que se entienda. Libre albedrío. Legalización que se traduce en desbaratar un histórico negocio clandestino de abortos ilegales. Llegó el tiempo de descorrer velos, de dejar de barrer la basura debajo de la alfombra, de hacernos cargo de verdades que apestan y duelen. Y saber hacerse la señal de la cruz, como reclama Monseñor Aguer, no es garantía de nada. Los chicos hipoacúsicos abusados por sacerdotes católicos en Mendoza (entre tantos otras aberraciones) dan fe de lo que aquí sostengo.

Publicado en Clarín