por Irene Bianchi
“Decíle a mi hija que me fui de viaje”, de Denise Chalem, con María Valenzuela, Marta González y Julia Zenko. Vestuario: Teo Favergiotti. Escenografía: Daniel Feijóo. Iluminación: Manuel Garrido. Música: Martín Bianchedi. Dirección: Jorge Azurmendi. Producción: Javier Faroni. Teatro Municipal Coliseo Podestá. 
La acción transcurre en el interior de una celda de una cárcel francesa. “Dominique” (Marta González) lleva años en prisión, cumpliendo su larga condena por homicidio. Es una mujer tosca, vulgar, sufrida, encallecida, habituada ya a ese submundo sórdido, con aceitados mecanismos de supervivencia que le permiten sobrellevar el encierro.
Un buen día irrumpe “Carolina” (María Valenzuela), una estafadora de guante blanco, que cae presa por amor, absolutamente opuesta a Dominique. Sofisticada, frívola, instruida, de buenos modales, coqueta, pulcra, ordenada, la recién llegada contrasta flagrantemente con la “dueña de casa”, quien en principio resiente su presencia, y no se toma la molestia de disimular su fastidio y desprecio.
Esta convivencia forzosa, difícil y ríspida en un comienzo, se torna amigable con el correr del tiempo. Ambas se van abriendo y ganando confianza. La fogueada Dominique intenta prevenir y defender a su novata compañera del acoso de la sádica celadora, “Solange” (Julia Zenko), quien goza humillando y hostigando a la “Marquesa”.
La comedia dramática de Denise Chalem, ganadora en Francia de un Premio Moliere, es descarnadamente cruda en su lenguaje, en la caracterización de los personajes,  y en las situaciones que plantea. La autora afloja de vez en cuando la tensión con ciertos toques de humor, lo cual no resta intensidad ni hondura al clima imperante.
En este sentido, la escenografía de Feijóo, la iluminación de Garrido y la banda sonora de Bianchedi, juegan roles protagónicos en la creación del ambiente carcelario: los ruidos, los gritos, los quejidos, la penumbra, la oscuridad, todo contribuye a generar claustrofobia, temor, suspenso, desasosiego.
Logrados los trabajos actorales: la paulatina transición del personaje de María Valenzuela, esa Cecile que se va adaptando muy de a poco a un lugar y un estilo de vida que jamás imaginó experimentar. La antipática y despreciable Solange de Julia Zenko, representante del abuso de poder. Pero quien se lleva los laureles es sin duda Marta González, en una composición medular, rica en matices, creíble y conmovedora. Un gran desafío del que la actriz sale más que airosa. Un capo lavoro.
La dirección  de Jorge Azurmendi es ágil, dinámica, y alterna equilibradamente los climas, con un ritmo que no le da respiro al espectador.
Si bien es innegable que Julia Zenko es dueña de una hermosa voz, y hace gala de una notable afinación y expresividad al cantar, no creemos que la idea del adaptador de incluir boleros enriquezca la puesta en escena. No suma. En todo caso, distrae, corta el fluir de la acción, y alarga innecesariamente el espectáculo, que bien podría prescindir de este recurso.
Más allá  de esta observación, “Decíle a mi hija que me fui de viaje” es una propuesta muy recomendable, que no escatimó producción, y que se anima a sondear los  vericuetos del alma femenina.