por Irene Bianchi


“Chin, chin”, por “El Circo del Repique”, integrado por Javier de Jesús. María Paula Phielipp Balut, Juan Pablo Phielipp Balut, Iara Bordogna, Sergio Loudet, Florencia Fernández, Gonzalo Gallardo y Eliana Aguirre. Payasos de civil: Macarena Villegas, Kevin (messi) y Erica Astudillo. 71 entre 14 y 15, todos los días, a las 16 y 17.30.


“La casa es chica pero el corazón es payaso”, reza el subtítulo de “Chin, chin”, el espectáculo de la familia del Circo del Repique, cuya belleza radica en su simpleza. No hay aquí alardes tecnológicos, ni pantallas de led, ni sofisticados mecanismos, ni sonido sensurround. No hay insufribles actores-animadores que arenguen: “¡Más fuerte, chicos!”. Hay, en cambio, sutileza, minimalismo, economía de recursos, ingenio, frescura, creatividad, un combo que no subestima al niño sino que, muy por el contrario, apela a su inteligencia y estimula su fantasía.

Una casa chorizo, con paredes hermoseadas por el artista plástico urbano Luxor, niñitos sentados en el piso y adultos en bancos y gradas. Da comienzo la ceremonia teatral. Difícil captar y mantener la atención de esta generación de locos bajitos tecnológicos, tan habituados al zapping, muy proclives a la dispersión y al aburrimiento. Y los simpáticos integrantes del Circo del Repique lo logran, con creces.

No sólo eso. También captan la atención de los grandes, con guiños cómplices que los retrotraen a la propia infancia, en la que un palo de escoba era un brioso corcel, dos latitas unidas por piolín un celular 4 G, y la vereda y el potrero nuestros lugares de pertenencia.

Estos payasos-clowns cantan, bailan, tocan distintos instrumentos, hacen magia, piruetas y malabares, burbujean el espacio, cuentan y dramatizan historias, se caen y se levantan, se pelean y se amigan, se meten al público en sus grandes bolsillos, de principio a fin.

Y como yapa, cual “bonus track”, te invitan a pegarte un tortazo de crema en la cara antes de partir, invitación que, créase o no, muchos padres y madres aceptan gustosos, animándose a jugar como cuando eran chicos y no les importaba enchastrarse.

“El Circo del Repique es difícil de encasillar”, cuentan ellos. “Recuperamos ideas de la literatura, del teatro, de la música, de la cultura nacional y latinoamericana, del diseño, de la comunicación social, de la historia, de la pedagogía, de la plástica, del lenguaje multimedial”.

Con Javier de Jesús a la cabeza, esta colorida y bullanguera familia monta su espectáculo donde sea, como los antiguos actores de la legua, con su carromato y petates a cuestas, cargados de talento y pasión por lo que hacen. No son improvisados. Tienen una sólida formación, que se traduce en respeto por su público.

“Estamos encaprichados en creer que las cosas pueden ser distintas”, agregan. “Animáte. El circo hace bien”.

Y cumplen con su palabra. Este “Chin, chin” repiqueteado, nos hace bien.