por Irene Bianchi
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Otra sensación que deja este “tour de force” de Bossi, es su capacidad de goce, su pasión, su gusto por lo que ofrece en el escenario. Disfruta como un niño travieso, juega, y contagia su entusiasmo y alegría a la platea.
Durante las 2 horas que dura “Big Bang Show” (un ligero ajuste en los tiempos redundaría en beneficio del espectáculo), Bossi hace de todo. En la primera parte, encarna a la velocidad de la luz, a una serie de cantantes internacionales: Ray Charles, Louis Armstrong, Frank Sinatra, Joe Cocker, Rod Stewart, Elton John, Axel Rose, John Lennon, Freddy Mercury, Michael Jackson, cada cual con su estilo, caracterización, gestos y movimientos. Una maratón musical que recorre distintas épocas y géneros.
Luego se detiene en un hilarante análisis del reggaeton y la cumbia villera, contrastándolos con la poesía y el lirismo de la música “de antes”. También compara las publicidades de antaño, persuasivas y suaves, con las actuales, agresivas y gritadas. Y se pregunta, como en otros momentos de la noche: “¿En que momento del camino nos desviamos?”
A pesar de sus jóvenes 40 años, a Bossi le preocupan ciertos aspectos de la post-modernidad: la adicción a la tecnología, enemiga de la comunicación real; el consumismo salvaje; la muerte del romanticismo; los videojuegos que reemplazan a la vereda y al potrero de su infancia de barrio; las películas truchas que desplazan a la magia del cine. Tiene una mirada nostálgica, casi triste al respecto. Como en su ferviente reivindicación de los perdidos “lentos”, cuando invita a los espectadores a bailar un par de temas con sus parejas, transformando la platea del Astral en un boliche, con bola de espejos y todo.
Vuelven luego sus logradas imitaciones, mientras cae en el “zapping de la angustia” para mitigar su insomnio. Y aparecen: Santiago del Moro, Luis Ventura, Beto Casella, Guillote, el Bambi, Crónica TV, un pastor evangélico: una galería de personajes desopilantes.
Y la frutilla del postre: su sentido homenaje a los capocómicos: el ingenuo Pepe Biondi (con la participación especial de Graciela Borges y su nietita), el imprescindible Tato Bores, y el insustituible Negro Olmedo.
Párrafo aparte merece la notable labor de Jorge “Carna” Crivelli, en la piel de Javier Portales. Un verdadero “capo lavoro”. Fidedigno hasta la médula. Gratísima sorpresa.
La recreación del legendario sketch entre “Borges y Alvarez” no tiene desperdicio. El “plus” de la noche del estreno de Prensa, fue la presencia en la sala (entre otras tantas “celebrities”) de Adriana Brodsky, “la bebota”, que se prestó solícita al juego, rogándole al Maestro que la “descargara”. Una fiesta.
Olmedo y Portales están en el cielo, aguardando una entrevista con “el Barba”, pero aprovechan la oportunidad para recordar sus noches de teatro, en esa misma sala, y conmueven hasta las lágrimas en su decisión final.
En “Big Bang Show”, Bossi supo rodearse de excelentes músicos, cantantes y bailarinas, permitiéndoles generosamente el lucimiento personal de cada uno de ellos. Son piezas fundamentales del espectáculo. Manuel Wirzt, como actor y director musical, es otra figura clave, y divierte con sus simpáticos “separadores”.
Excelente el diseño de luces. Muy atractivo el variado vestuario. El sonido: impecable.
“Big Bang Show”: imperdible propuesta de la cartelera teatral porteña.