“BERGMAN Y LIV”: EL AMOR DESPUÉS DEL AMOR

“Bergman y Liv. Correspondencia amorosa”, Sala 420, La Plata.

Tras ver esta obra escrita por Lázaro Droznes, dirigida por Leonor Manso e interpretada por Ingrid Pelicori y Osmar Núñez, reafirmo mi  tesis que sostiene que no es necesario recurrir a una ampulosa puesta en escena ni a deslumbrantes efectos especiales para capturar la inclaudicable atención del espectador. Con un buen texto, interpretaciones magistrales y dirección precisa, basta y sobra. El espacio vacío de Peter Brook, ese escenario despojado, se puebla de seres, imágenes y colores. La magia del buen teatro.

En “Bergman y Liv …”, el autor imagina la correspondencia amorosa de estos dos personajes icónicos, a quienes los amantes del cine asociamos indefectiblemente. Partiendo del hecho real de su relación amorosa, convivencia y ruptura, Drozner inventa un verosímil puente episcolar que los sigue uniendo durante 4 décadas. Esas cartas revelan detalles secretos de ese tumultuoso vínculo. Un Bergman obsesivo, machista, enfermizamente celoso, controlador, manipulador, y una Liv Ullmann insegura, frágil, vulnerable, que logra rebelarse e independizarse (como  “Nora” de “Casa de muñecas”), levanta vuelo, se reencuentra consigo misma, y brilla con luz propia.

Más allá de los pormenores de la relación entre estos dos genios, Droznes reflexiona sobre el oficio del actor, el “backstage” de los rodajes, la hermandad del set de filmación,  el precio de la fama, la soledad, el ocaso, la muerte. Temas crudos y existenciales que revelan a la persona detrás del personaje, desnuda, en carne viva, sin máscaras.

En cuanto a la actuación propiamente dicha, lo que ofrecen generosamente Pelicori y Núñez en el escenario es una verdadera Master Class. Sus tonos, sus gestos, sus silencios, su lenguaje corporal, su decir: todo eso los vuelve hipnóticos durante los 60 minutos que dura el espectáculo. La dirección de Leonor Manso, cuya voz en off se escucha al inicio, se percibe en los climas cambiantes que matizan la puesta en escena.

Me permito  una digresión. Fui ferviente admiradora del actor, escritor y guionista Ernesto Bianco, padre de Ingrid Pelicori, cuyo “Cyrano de Bergerac” (1977, dirección Osvaldo Bonet) –entre tantos otros trabajos- es absolutamente memorable.

En síntesis, muy recomendable propuesta de la Sala 420 de La Plata, que esperemos se repita ya que se agotaron las localidades. Enhorabuena.