Si alguien  me hubiera jugado la siguiente apuesta: todos los personajes de “Macbeth” pueden ser encarnados de manera verosímil por un solo actor, yo habría optado por la negativa y la habría perdido de cabo a rabo. Porque lo que hace Pompeyo Audivert en “Habitación Macbeth” es justamente eso. En él conviven Macbeth, Banquo, Lady Macbeth, las Brujas, Hécate y un gracioso utilero que el actor toma prestado de “Final de partida” de Samuel Beckett. Diría el poeta Walt Whitman que Audivert contiene multitudes. ¿Cómo lo hace? Construyendo cada uno de ellos a partir de su exquisito lenguaje corporal, sus posturas, sus contorsiones, su voz, sus gestos, las sutiles y casi imperceptibles transiciones con las que logra componer a sus criaturas, de modo que el espectador deja de verlo a él, para descubrir a sus personajes, seres que dialogan, interaccionan, se enfrentan. Un desdoblamiento mágico, complejo, instantáneo que muestra a las claras un entrenamiento riguroso, una tremenda exigencia física, una ductilidad asombrosa y una refinadísima sensibilidad. Audivert es dueño de un infinito abanico de recursos expresivos, capaz de cautivar a una sala colmada que lo mira y lo escucha como en misa, con inclaudicable atención. Se dirige a sí mismo en ésta, su propia y singular versión de “Macbeth”, en la que también se permite jugar sobre la esencia de la actuación, el oficio del actor, ese gran simulador (¿acaso no lo somos todos?); las máscaras con las que interactuamos en la vida misma. Un juego de espejos y espejismos, una simulación, una ficción consensuada.  Me viene a la memoria una frase del Bardo de Avon: “Todo el mundo es un escenario, y todos, hombres y mujeres, son meros actores. Todos tienen sus entradas y salidas, y cada hombre en su vida representa muchos papeles”. O, como canta el Nano: “Hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano, bailan y se dan la mano…”, todos ellos conviviendo en ese habitáculo, en ese “container”: el actor.

“Clov”, el gracioso personaje que irrumpe para modificar la escenografía de Lucía Rabey, e introducir utilería, aporta una pincelada de humor y travesura en medio de tanta oscuridad.  Una perlita, un respiro.

El diseño lumínico de “Habitación Macbeth” de Horacio Novelle (operado en gira por Ana Heilpern y Julio Vega) es una pieza clave y esencial de la puesta. Por momentos, las sombras del actor se agigantan, se multiplican y pueblan la escena, creando un clima fantasmagórico y ominoso. La música original en vivo de y por Claudio Peña también cumple un rol co-protagónico. Ese cello es un  oportuno interlocutor de los atribulados personajes shakesperianos, que subraya, anuncia, ambienta, remata. También aporta Peña parlamentos claves.

  Dos clases magistrales, imperdibles, en la programación del Teatro Municipal Coliseo Podestá de este mes de mayo de 2024: “El Brote”, de Emiliano Dionisi protagonizado por Roberto Peloni, y “Habitación Macbeth” una soberbia creación de Pompeyo Audivert, un artista-en el más amplio sentido de la palabra- fuera de serie. Dos salas colmadas, lo cual habla a las claras de lo esencial que es el buen teatro, tan esencial como el aire que respiramos.