por Irene Bianchi
  • Chicas, ¿vieron que terminó la novela?
  • ¿Cuál? ¿Malparida? ¿Botineras? ¡Ufa! ¿No me digas que me lo perdí?
  • No, Emilce. Hablo del culebrón “Ogro-Electro Star”. ¡C’est fini!
  • ¿Estás segura? Mirá que esos dos van y vienen. ¿No será una estrategia de la Vanucci para ser otra vez tapa de revista? No se la ve demasiado compungida hablando de su separación “definitiva” desde el verano neoyorkino.
  • Tendría que haber seguido jugando al tenis esa chica. Su único talento conocido
  • ¿Vieron como están matando a todos los personajes en Botineras? Esos libretistas son asesinos seriales. Achuran sin piedad.
  • Y, es el recurso más fácil cuando hay que darle salida a un actor. ¡Chau pichu!
  • Claro, Hay ingredientes que toda telenovela que se precie de tal debe tener sí o sí: ceguera o parálisis psicológica; amnesia repentina; hermanos que no saben que lo son y se enamoran, para luego descubrir que- por suerte- no tienen ningún parentesco; muertos que están vivitos y coleando; mucamas chusmas, gorditas  y tontuelas, encargadas de matizar el drama con una pizca de humor; la pobre muchacha buena y el millonario jodido; una herencia inesperada; el villano o la villana de turno, más malos que la peste bubónica …
  • Ahora que decís villanos, ¿viste que Juanita y su marido hacen de malos?
  • No, Magda. No “hacen de”. Son.
  • ¿Se imaginan a Viale-Cabré como dupla protagónica? Los dos actores más inexpresivos del globo terráqueo. Pareja soporífera.
  • Deben ser buenos jugando al poker. No se les mueve ni un musculito facial.
  • Pero la procesión va por dentro, chicas. Hacen mucho trabajo interno, sutil.
  • Lástima que el espectador ni se entera, ¿no?
  • Tenés razón, Blanca. En esa tira han conseguido malograr hasta a una actriz de la talla de Selva Alemán, en la piel de  esa “pirata” inverosímil. ¡De no creer!
  • Digan lo que digan, esos programas miden requetebién.
  • Es cierto, pero eso no tienen nada que ver con la calidad. Lo popular y lo bueno, no siempre van de la mano, Emilce. No hay por qué mezclar los tantos.
  • ¡Sh! ¡No queda bien que digas eso! Suena elitista y reaccionario.
  • Pero, lejos, el culebrón más jugoso es el de Marce, el Cabezón mayor de la tele.
  • Es verdad. ¿Vieron como lo borró de un plumazo a Ricky Ricón?
  • Y, lógico. El quía no entendió las reglas del juego. Se la creyó y perdió.
  • Culebrones también hay en la política, ¿o no? Los candidatos pasan del amor al odio con la misma ciclotimia que el chocolatero. Una panquequeada de novela!
  • Sí, a esta altura yo estoy re-perdida. Ya no sé quién apoya a quién.
  • Ojo, Nelly, no digas “apoyar”, que ahora quiere decir algo chancho.
  • ¡Que chancho ni chancho! ¡No seas reprimida, Greta!
  • Les confieso algo, chicas. Me temo que, con esto del casamiento entre personas del mismo sexo, a los tipos hetero se les prenda la lamparita y se les dé por casarse entre ellos, sólo para que las minas no les rompamos más los coquitos.
  • No sería raro, Anto. Nadie los jodería si llegan tarde o no van a dormir, si dejan la ropa tirada, si mojan la tabla del inodoro, si fuman o chupan cerveza, si miran fútbol todo el fin de semana, si crían panza, eructan, flatulan o roncan.
  • Y nadie les reclamaría que cumplan con el crédito ni el débito conyugal.
  • ¡Chito! Mejor no avivemos giles, chicas. ¡Vive la différance! ¡Chin, chin!