por Irene Bianchi

       ¡Ay, chicas! No saben el papelón que pasé ayer. Me quiero morir.
       ¿Qué, Neneca? ¿Te volviste a caer en plena calle? ¡Te vas a quebrar la cadera!
       ¡No! ¡Mucho peor! Me encontré con un ex y me invitó a tomar mate a su depto.
       Ya sé. ¿A que te dijo “Yerba no hay” ni bien llegaste?
       Tal cual. Y yo lo tomé como una indirecta y me empecé a sacar la ropa.
       ¡Qué famélica, nena! Sutileza” a marzo, ¿no? ¡Si hay miseria, que no se note!
       Lo peor fue cuando me dijo: “Pará, Neneca. De verdad no tengo yerba. No se consigue, ¿viste?” ¡Y yo ahí, en paños menores, muerta de vergüenza!
       Eso te pasa por atolondrada y ansiosa. ¿Y qué hiciste?
       Me encerré en el baño a llorar a moco tendido.
       ¡Sos de terror! Pobre tipo. ¡Qué momento!
       ¿Y yo, qué? Ahí, en pelotas, con todo el maquillaje corrido y los párpados hinchados, sentada en el inodoro, deseando apretar el botón y desaparecer.
       Pero la culpa es tuya, por apurarte a sacar conclusiones. Y las pilchas.
       La cosa no terminó ahí, chicas. Pasó algo peor.
       ¿Peor que esa humillación? No lo creo.
       Cuando me convenció que saliera, me hizo un tecito de tilo para serenarme y me lo dijo de una, sin anestesia.
       ¿Qué? Ya sé. ¿Se casa con otra?
       No. Con otro. Se hizo gay.
       Nadie “se hace” gay de un día para el otro, Neneca. Sos o no sos.
       Pará. Eso no es todo.  Quiere que yo sea la madrina de la boda.
       ¡Qué hachedepe! No te puede hacer eso.
       Es que jura que me quiere como a una hermana.
       Es lo peor que te puede decir un tipo. Te descalifica de un plumazo.
       ¿Se acuerdan del dicho “más aburrido que bailar con la hermana”?
       Necesito un consejo. ¿Ustedes qué harían en mi lugar?
       Dos opciones: daikiri o harakiri.
       Sólo a mí me pasan estas cosas. Soy una perdedora diplomada.
       No, son los tipos que se están pasando de bando y huyen como ratas por tirante.
       ¿No les habremos roto demasiado los coquitos? La culpa es nuestra.
       Coincido, Flora. Tanto pedirles que sean más sensibles, más demostrativos, menos duros, que se permitan llorar, ahí tenés. Se bandearon.
       Y ahora, no hay marcha atrás.
       Al contrario. De ésos sobran. Los que escasean, son los que van “pa’l frenchi.”
       Perdón que asocie, pero también escasean los lácteos.
       ¡Esto es el acabóse! Aumentó el peaje, no hay nafta, ni leche, ni aceite ni yerba!
       ¡Ni hombres!
       Y los pocos que quedan, son tramposos. Si no, mírenlo al cabrón de Cabré.
       Apuesto a que la despechada Tobal se hace las lolas. Típica reacción.
       Esa es otra lección que tenemos que aprender: a esos tipos nadie los cambia.
       Es que una siempre fantasea con que “conmigo va a ser diferente”.
       ¡Error! El tránsfuga de alma se muere con las botas puestas.
       Igual, si me dan a elegir, prefiero sufrir con ése y no con el que cambió de equipo. Aunque dure mientras dure … ¡Chin, chin!