por Irene Bianchi
  • ¡Socorro! Todavía queda una semana de vacaciones. ¡Estoy filtrada!
  • A mí no me afecta. Mis chicos están grandes y nietos no tengo.
  • Igual. Se desbarajustan los horarios. El morfi nunca alcanza. Es un caos.
  • Todos terminamos con sobredosis de espectáculos infantiles, ¿vieron?
  • No sólo eso. También se producen excesos de comida chatarra y pochoclo.
  • Claro, porque el mandato es “divertir a los gurises”, a cualquier precio.
  • O pasearlos. Si hay nafta, claro. Si no, a babucha. Pero guarda con el ciático.
  • Yo tengo que pasar por la farmacia para reponer los ansiolíticos que devoré.
  • ¡Cómo han cambiado los tiempos! Cuando nosotras éramos chicas, si a los viejos no les daba el cuero para llevarnos de viaje, nos arreglábamos solas, no?
  • “Déjenla sola, solita y sola, que la quiero ver bailar”. ¡Cuánta nostalgia!
  • Jugábamos a la rayuela, a la mancha, a las escondidas; andábamos en bici por el barrio, volvíamos rendidas y roñosas, listas para un baño y al sobre.
  • Es que en esa época, la vereda era una prolongación de nuestra casa. Un lugar seguro. Ahora, vivimos enrejados, como presos, y ni aún así estamos tranquilos.
  • A los chicos les falta potrero. Viven conectados, enchufados, son tecnológico-dependientes. No creo que sobrevivan sin sus celus, la play, sus MP3, Mp4…
  • ¡No saben lo que se pierden! No cambio mi infancia por la de ninguno de ellos.
  • Y no existían las animaciones para los cumpleaños. Nos entreteníamos solos.
  • ¿Se les estará atrofiando la imaginación? ¿No será culpa nuestra?
  • En parte sí. Siempre es más cómodo contratar a alguien que ocuparse uno.
  • Es como el delivery. Compramos entretenimiento hecho, enlatado, programado.
  • El tema es cómo recuperarse después de la maratón vacacional, porque nos queda medio año por delante, y los grandes fundimos biela. Encima, sin un peso
  • Ustedes se ahogan en una tapita de yogurt, chicas. Agudicen el ingenio. Hay mil cosas que se pueden hacer sin gastar un mango. Hagan funcionar la croqueta.
  • ¿Y si nos vamos turnando entre nosotras para ocuparnos de los críos?
  • Buena idea. Podemos armar un organigrama, así nos tocan días francos.
  • Yo propongo una tarde de disfraces. Tengo baúles de ropa vieja y sombreros.
  • Genial. Yo les puedo enseñar a fabricar títeres y armar un retablito.
  • A mí tráiganmelos y les leo cuentos. Si se animan, hasta los pueden actuar.
  • Yo compro varias resmas de papel y crayones, para que dibujen y pinten.
  • Yo me ofrezco para enseñarles a cocinar. Tortas, panqueques, galletitas.
  • Como vivo enfrente de una plaza, yo los ventilo, los hamaco y los canso.
  • Necesitamos algún marido que les organice un fulbito, ¿no les parece?
  • Les presto al mío. De paso, quedo libre para aprovechar las liquidaciones.
  • Yo estoy insomne, así que me ofrezco para que hagan un “piyama party”.
  • Déjenme amortizar el carísimo plasma: cine continuado en casa. 10 pelis 10.
  • Seré curiosa: ¿de cuántos párvulos estamos hablando?
  • Y, entre hijos, sobrinos, nietos, sobrinos – nietos, ahijados y entenados, unos 40.
  • ¡Uy! Retiro lo dicho. ¡Se me van a caer por el balcón! Yo paso, compañeras.
  • ¡No te borrés, chambona! ¡Que no se diga! ¡Todas para una y una para todas!
  • Está bien. Pero no hagan trampa. Adolescentes abstenerse. ¿Edad límite?
  • Y, digamos un espectro entre post-pañales y pre-acné.¿Están de acuerdo?
  • Trato hecho. Cómo cumplir con los niños y no morir en el intento. ¡Chin, chin!