por Irene Bianchi
  • ¡Chau Pinela! Se fue el primer tercio del 2011. Ya tenemos la Pascua encima.
  • Y para colmo, con tanto fin de semana largo, parece que vivimos de vacaciones.
  • Esto es un vivalapepa, chicas. Nadie quiere laburar. Así nos va.
  • No seas miope, Carla. Los feriados puente benefician al turismo y activan la economía. ¿No viste que siempre hay éxodos masivos y se agotan las reservas?
  • El otro día leí que la clase media tiene necesidades básicas que no resigna por la inflación: el celu, Internet, el cable, la prepaga, el gym, las escuelas privadas.
  • ¿Qué inflación? ¿No era que no había? ¿Acaso no le creen a Moreno?
  • Y a esa lista, sumále las vacaciones. Porque la gente no se priva de rajarse.
  • Vacaciones eran las de antes, Rosa. Cuando yo era chica, nos íbamos un mes entero. Después se acortaron a quince días. Y ahora, una semanita y gracias.
  • ¿Pero no te parece saludable esto de matizar el año con escapadas cada tanto?
  • Una, no me da el bolsillo. Dos, no me dan las articulaciones para ir en carpa. Tres, si me lo paso a arroz y fideos, me agarra una constipación terminal.
  • Y ni hablar de cómo se ponen las rutas a la vuelta. Un infierno. Recuperás todo el estrés que dejaste en la playa. Amén de algún piquete que embarre la cancha.
  • A mí me lo que me pasa con estos fines de semana largos es que me olvido qué estamos celebrando o conmemorando. Ya ni me acuerdo si es por el nacimiento o muerte de un prócer, una fecha religiosa, el aniversario de una batalla, o qué.
  • Es cierto. “Se igual”, diría Minguito. Da lo mismo. Se desvirtúa todo.
  • Yo diría que todo está devaluado de un tiempo a esta parte. Todo es más light, más frívolo, más intrascendente, más hueco. La cultura del outlet.
  • La semana pasada me tocó hablar con mis alumnos de literatura de 5º, de la rivalidad entre los grupos de Florida y de Boedo, en la década del ’20.
  • Ah, sí. Algo recuerdo. En uno estaban Borges, Girondo, Marechal, Roxlo
  • Sí, ésos eran los de Florida, más vanguardistas, refinados y elitistas. Los otros eran más de izquierda, hijos de inmigrantes, con un discurso de corte social: Leónidas Barletta, César Tiempo, Enrique Amorím, Alvaro Yunque. Y un pibe me preguntó: “¿Eran tribus urbanas, Profe, como los floggers, los chetos, los cumbieros?” No lo pude evitar. Les juro que se me piantó un lagrimón.
  • No es para menos. Te quemaste las pestañas en la Facu al cuete.
  • Yo me pregunto, chicas: ¿en qué momento se fue todo al palo mayor del barco?
  • Vaya una a saber. Fue un deterioro gradual, barranca abajo en culipatín.
  • La telechatarra tiene la culpa. Nos llenan la cabeza de basura.
  • Porque nos la dejamos llenar. Le damos de comer al chancho, Coca. Simple.
  • ¿Y habrá vuelta atrás o seguiremos de mal en peor, berretizándonos cada día más? ¿Nacerán las nuevas generaciones con orejitas de burro?
  • Momento. ¿Por qué a los burros se les hizo fama de burros? Es una calumnia.
  • Peor a las chanchitas, que se les trata de cochinas, sin comerla ni beberla.
  • La marmota no corrió mejor suerte. Se la tilda de fiaca y lela.
  • ¿Y por qué a las chicas ligeritas de cascos se las llama gatos? Pobres felinos.
  • Y el buitre, que tiene fama de villano. El malo de la película.
  • Nosotras seríamos como la hiena: poco agraciadas, con suerte nos apareamos una vez al año, comemos caca y, a pesar de todo, nos seguimos riendo.
  • Es que lo único que nos queda intacto es la autoestima. ¡Chin chin!