por Irene Bianchi
*¿Vieron, chicas? Parece que Madonna le colgó la galleta a su garoto de Ipanema. Dice que ya no tenían de qué hablar.
* ¡Ah! Mirá vos. Nunca me imaginé  que lo quería para conversar.
* ¿Y qué pretendés, Blanquita? La pasión tiene fecha de vencimiento.
* En el caso de la Reina del Pop, no estaría tan segura. Guy Ritchie, el ex marido, dice que la rubia lo obligaba a tener sexo a toda hora, con sus canciones como fondo musical.
* ¡Qué tortura! ¿Se imaginan a Palito y Evangelina, haciendo la chanchada, mientras suena “La Felicidad” en un Winco?
* Imposible. Yo a Evangelina la veo con el camisón puesto, abotonado hasta el cuello.
* Eso de que la calentura no dura, está por verse. Solita bien que conserva la pasión por su Chacho. Se los ve reacaralemados, como dos tortolitos. Y eso que ella es abuela.
* ¿Qué tiene que ver? Que yo sepa, el abuelazgo no te castra. Al contrario.
* Se ve que la nonna anda de tiroteo…
* Lo que pasa, chicas, es que nosotras descubrimos la sexualidad medio tarde. Cuando éramos jóvenes, no había una Rampolla que llamara a las cosas por su nombre. Te avivaban las amigas más ligeritas. Ni películas porno había. La Coca y punto.
* Ya que sacaste el tema, ¿les puedo confesar algo un tanto pecaminoso?
* Al fin se puso picante la charla. Largá  el rollo.
* ¿Vieron que me fui a Montevideo unos días? Bueno, aproveché  que nadie me conocía, y me metí  en un sex-shop para pispear. Cuando entré, parecía un videoclub común y corriente. No había nada del otro mundo. En eso veo una cortina roja y pensé: Ahí deben estar los chiches. El empleado me vio con la mirada perdida, girando sobre mi misma, y me dijo: “Pase nomás, señora. Con confianza”. Lo de “señora” me sonó fatal.
* ¡Ay, Normita! ¡Qué momento! ¿Qué tal estaba el chabón?
* Por suerte era gay. Así que junté coraje y pasé la cortina. ¡Mamma mía! Nunca había visto nada igual. Una colección increíble, de todos los materiales, tamaños, texturas y colores. Un festín para la vista. El problema es que estaban en una vitrina con llave y  ninguno tenía precio. De modo que si me llegaba a interesar alguno, tenía que llamar al tipo, señalar el adminículo con el dedo índice, y preguntarle, como quien no quiere la cosa. Un bochorno.
* ¿Vos te creés que se iba a escandalizar? ¡Si serás pánfila!
* Lo más impresionante fue toparme con mi cara reflejada en el vidrio: los ojos salidos de las órbitas y la boca abierta de par en par. Irreconocible.
* ¿No te habrás vuelto con las manos vacías, no?
* Y no, ya estaba jugada. De hecho, por cantidad me hizo precio y les traje algunos a ustedes. Chiquitos, eso sí, porque están carísimos.
* ¡Qué viva, Normita! Para chiquito, me quedo con el recuerdo de lo que tuve siempre.
* Tenía terror que me los descubrieran en la aduana y me los decomisaran. ¿Se imaginan el papelón? Una señora grande, como dice la Chiqui, con estos juguetitos. Porque la verdad es que como masajeadores no pasan. Aquí tienen. Los envolví en papel navideño para disimular. Por favor, no los abran en el After.
* ¡Qué simpáticos! Parecen pinitos. El tema es dónde lo meto, porque mis nietos revisan todo.
* Pupi, si no tenés respuesta para esa pregunta, devolvélo y lo rifo. No te lo merecés. ¡Chin, chin!