por Irene Bianchi
  • Bueno, amigas, a arremangarse, que empiezan las vacaciones de invierno.
  • ¿Arremangarse? Al contrario, Lelu. A emponcharse, dirás, con el frío que hace.
  • No. Hablo de la maratón de cine-teatro-circo-pochoclo-plaza-golosinas-jueguitos-zoológico-paseos-cajitas felices-piyamaparties que se viene. De terror
  • Yo no sé si ustedes se acordarán, porque fue a mediados del siglo pasado, pero cuando nosotras éramos chicas, la diversión no estaba tan planificada ni prefabricada. No dependíamos de los grandes. Andábamos en monopatín, triciclo o bici por el barrio; jugábamos a la rayuela, a la mancha, a las escondidas, a las estatuas, a las esquinitas, al poliladron, a las muñecas.
  • Nada de Barbies, eh.  La Gracielita, la Mariquita Pérez, la Linda Miranda…
  • Los domingos, remontábamos barriletes hechos en casa, con papel de seda, engrudo y cañas; saltábamos a la soga; juntábamos piedritas para el denenti…
  • ¡Intercambiábamos figuritas con brillantina para el album!
  • No acaparen, che. Déjenme meter bocado. Cuando llovía, maratones de Lotería, Bucanero, Estanciero, Cerebro Mágico, ladrillitos de goma, Escalectric. Los varones, de pantaloncitos cortos: campeonatos de bolitas, figuritas; guerras de soldaditos de plomo, con indios, caballos y el fuerte de madera; un fulbito en el potrero de la cuadra; pesca de ranas en la zanja de 48 y 24. ¡Una mugre!
  • Mis hermanos y mis primos ponían tapitas de Crush y de Sidral con sulfuro en las vías del tranvía, ¿pueden creer? ¡Unas explosiones terribles!
  • Tal cual, chicas. Mucha vereda y poca plata. A lo sumo, el continuado de tres-películas-tres. Entrabas al cine a las 2 y salías de noche.
  • Si vamos al caso, en esa época, tampoco había animaciones de fiestas infantiles. Nos entreteníamos solitos. Inventábamos nuestros propios juegos. Eramos originales y creativos. No parábamos un minuto. Casi ni tele había.
  • ¿Por qué será que ahora los chicos se aburren de nada? Todo es poco.
  • Porque les damos entretenimiento premasticado y predigerido. Así como hay comida chatarra, también hay diversión chatarra. La que no les enseña a pensar ni estimula la imaginación y la fantasía. Estamos fabricando robots.
  • ¿Y vos decís que eso es deliberado, Pipi? ¡Otra de tus teorías conspirativas!
  • Y, a mí me parece que si de chiquitos no se les enseña a pensar, es más fácil manipularlos, llevarlos de las narices. El rebaño responde mansamente.
  • ¡Qué exagerada! ¿Acaso no viste como manejan la tecnología los pibes?
  • ¿Y te parece que estar “conectados” con más de 100 “amigos” a la vez en la compu, ayuda a sociabilizarlos? Son vínculos virtuales, Negra. De mentiritas.
  • Ahora, tienen celular a los 6. Antes, los armábamos con dos latitas y un piolín.
  • Chicas, se los tengo dicho: afirmar que todo tiempo pasado fue mejor, es un inequívoco e irreversible síntoma de vejez. Así que ojo al piojo. Que no se note.
  • Se olvidan de un dato para nada menor. En esos tiempos, la vereda era un lugar seguro. Podíamos potrear solos sin ningún peligro. Eso también se perdió.
  • Y si a todo esto le sumamos que, a la hora de leerles un cuento para que se duerman, los papás estamos prendidos de la cajaboba, empachándonos de chismes, peleas berretas y demás basura, la cosa va de mal en peor.
  • Tenés razón, Tita. Los adultos deberíamos hacer un “mea culpa” en lugar de tirar siempre la pelota afuera, ¿no? Por los chicos: ¡chin, chin!