
Hace exactamente 10 años tuve el placer de ver “El principio de Arquímides” en el Teatro Apolo en CABA, bajo la dirección de Corina Fiorillo. Hoy se presenta en La Plata, dirigida por Sara Mon. Si bien la versión está muy oportunamente actualizada, me voy a citar a mí misma, reiterando los conceptos con los que inicié mi devolución en ese entonces.
“Esta obra del catalán Josep María Miró es inteligente, sutil, muy perturbadora. Un texto con final abierto que deja al espectador perplejo, angustiado, tironeado por dentro. Provoca incomodidad, genera dudas, incertidumbre, y deliberadamente el autor elige no da respuestas. Cada cual sacará sus propias conclusiones.”
Diría que esta pieza no ha perdido ni un ápice de vigencia. Muy por el contrario. En tiempos de cancelaciones, de “haters” en las redes sociales, de “grupos de whatsapp”, de viralizaciones, el conflicto que se plantea cobra una dolorosa actualidad.
“Lucas” (Nahuel López) es profesor de natación infantil en un establecimiento dirigido por “Ana” (Carolina Cremonte Bressán). Su compañero, “Gastón” (Juan Patricio Nievas), está a cargo de un grupo de pre-adolescentes. Ambos tienen personalidades contrastantes. Lucas es extrovertido, divertido, canchero, cariñoso, demostrativo, mientras Gastón es “políticamente correcto”, prudente, más reservado, más parco, “aburrido” según su colega. Un gesto de Lucas hacia uno de los niños desata una polémica, un conflicto muy difícil de dilucidar y de resolver. El representante de los indignados padres, “Fernando” (Edgardo Sancho), se apersona en el establecimiento como vocero y exige explicaciones.
De ahí en más, Lucas es puesto “ipso facto” en el banquillo de los acusados. ¿Qué sabe Ana de la vida personal de Lucas? El padre le pregunta si Lucas es gay, como si eso tuviera que ver con el tema en cuestión. Resulta evidente que en su prejuiciosa mirada (y en la de todos los otros padres) si el profesor fuera homosexual, se explicaría todo. Ese mismo prejuicio aparece cuando Fernando la acusa a Ana de no empatizar con los padres porque seguramente “no es madre”.
Y aquí me vuelvo a citar en mi conclusión de hace una década. “Más que hablar de conflictos individuales, el principal mérito del provocativo y punzante texto de Miró, es poner en el centro de la escena la mirada de los otros. Todos nos erigimos en jueces de Lucas, con escasas pruebas en la mano. Todos lo juzgamos a la ligera, empujados por prejuicios y preconceptos que tiñen indefectiblemente nuestra subjetividad. Todos, como los preocupados padres de esos niños, le apuntamos con el dedo acusador, casi por inercia, sin sopesar nada. No soportamos la duda. Necesitamos cerrar el caso, aunque cometamos un irreparable acto de injusticia.”
La creativa puesta de Sara Mon y Nahuel López, logra plasmar el clima ominoso que la obra exige. La directora (asistida por Juan Camilletti) juega con el tiempo; va y viene, hay raccontos y flashbacks, idas y vueltas, cambios de mirada, de punto de vista; todas piezas de un complejo rompecabezas que se irá armando con el transcurrir de la acción. No es un dato menor puntualizar que éste es el primer montaje internacional de la nueva versión del texto de Josep Miró, lo cual constituye un gran desafío.
Nahuel López se destaca en la composición de un personaje extremadamente complejo. Su Lucas se siente acorralado, sentenciado, declarado culpable arbitrariamente, como si no tuviera derecho a la defensa. ¡Cuántos casos conocemos de falsas denuncias, de hombres injustamente acusados de delitos que no cometieron! Esa tendencia a juzgar prematuramente y meter a todos en la misma bolsa, es moneda corriente. Convincente transición de “winner” a “loser”.
Juan Patricio Nievas establece un muy buen contrapunto desde su sobriedad, su escucha, su meticulosa observación en el rol de testigo de una situación ajena pero no tanto.
Carolina Cremonte Bressán en el rol de una Ana fría e imperturbable en apariencia, pero que esconde una tragedia personal que empaña su objetividad y claridad de pensamiento.
Muy convincente Edgardo Sancho encarnando a ese padre típico, convencional, “de manual”, con el que resulta difícil no coincidir, a pesar de sus preconceptos arcaicos.
La escenografía y vestuario de Alejandro Mateo, la puesta de luces de Juan Camiletti, así como la música original y los impactantes efectos sonoros de Osvaldo Aguilar (golpes en el plexo solar), son valiosos aliados a la hora de atrapar la atención “da capo al fine”. Atractivo diseño gráfico de Laura Talucci.
“El Principio de Arquímides” completa una temporada a sala llena en Teatro Estudio el domingo 31 de agosto a las 18.30 hs (hermoso horario), y sigue los viernes de septiembre a las 20.30 en Espacio 44, Es una propuesta imperdible de la cartelera local.
Indudablemente, post función, los espectadores charlarán largo y tendido sobre lo que vieron y lo que sintieron. Saldrán modificados del teatro: misión cumplida.