“Venecia”, de Jorge Accame . Elenco: Graciela Sautel, Alejandra Bignasco, Pablo de la Fuente, Rossana Benencia, Carolina Painceira y Javier Pastorino. Vestuario: María Victoria Lockhart.Asistente de vestuario: María Florencia De Francci. Escenografía: René Diviú. Diseño de luces: Gastón Díaz Berrios. Diseño gráfico: Ricardo Baldón y Martín Pirrone. Asistencia de dirección. César Barella. Dirección: Santiago Doria. Producción: Comedia de la Provincia de Buenos Aires. Sala Armando Discépolo, calle 12 entre 62 y 63, viernes y sábados 21 hs.
“La Gringa” (Sautel) es una vieja prostituta ciega, que regentea un burdel de mala muerte en Jujuy. Sus “chicas” son “Marta” (Bignasco), “Rita” (Tenencia) y “Graciela” (Painceira). “El Chato” (de la Fuente) es un cliente fijo, casi abonado; para nada selectivo, el joven se conforma con los servicios de cualquiera de las tres.
La Gringa sueña con reencontrarse con un viejo amor, “Giácomo”, un italiano que le robó el corazón cuando ella-bajo el nombre artístico de “Clavelito”, bailaba danzas españolas en el Teatro Polyteama. A cambio, ella le robó un cofre repleto de joyas y dinero, botín con el que abrió su “casa de tolerancia” en los cerros jujeños.
Al tiempo, la Gringa dice haber recibido una carta de Giácomo, en la que la perdona y le formula una invitación para reencontrarse nada menos que en Venecia. Desde entonces, y presintiendo que no le queda mucho por delante, la anciana sólo puede pensar en eso. Debe cumplir con esa asignatura pendiente antes de partir.
Las tres muchachas tienen una deuda de gratitud con la Gringa, razón por la cual se dejan entusiasmar por Graciela para intentar cumplirle el deseo. El Chato también será un cómplice dispuesto. Claro que la ciudad de los canales está demasiado lejos y nadie tiene los medios como para encarar semejante travesía.
Aprovechando la ceguera de la Gringa, los cuatro simuladores, a fuerza de ingenio e imaginación, arman su puesta en escena con pocos trastos, materializando avión y góndola, y produciendo sofisticados efectos especiales: viento, turbulencia, sol, agua.
Eso sí, el encuentro final con Giácomo será un aporte de la propia Gringa, quien ahora sí puede descansar en paz.
“Venecia” es una obra tierna, emotiva, que subraya valores tales como la solidaridad, el espíritu de cuerpo, el apostar a los sueños, la fantasía, la imaginación. Es teatro dentro del teatro, (como cuando Hamlet les encarga una representación a los actores de la legua a fin de desenmascarar a su tío).
El autor de “Venecia, el jujeño Jorge Accame, se vale del humor y la picardía para contar esta historia, lo cual hace que el devenir de la acción sea no sólo conmovedor sino también sumamente divertido.
El director, Santiago Doria, logra una puesta dinámica y entretenida, con un ritmo que no decae, para lo cual cuenta con un elenco muy homogéneo, en el que todos se lucen por igual.
Tanto el vestuario como la escenografía crean el ámbito adecuado de pobreza y sordidez que la pieza exige. La puesta de luces refuerza los climas contrastantes.
Un detalle interesante es que, sobre el final, el espectador percibe que los “actores” de este regalo para la Gringa, también compran la ficción que pergeñaron: “Hay que volver a Jujuy, ¿no? Pero está muy lejos …”
Uno se pregunta si podrán volver de ese mundo que descubrieron casi por azar.