“Blanca” (Verónica Llinás) e “Ignacio” (Alejo García Pintos), un matrimonio de mediana edad, esperan ansiosamente la llegada de su hija “Elena” (Anita Gutiérrez), a quien no ven desde hace tres años. Los acompaña “Martín” (Tomás Fonzi), el hijo, que se suma al reencuentro y a la posterior cena navideña.

El valor agregado de la velada es que supuestamente Elena les presentará a su novia “Cindy”, una muchacha irlandesa con quien mantiene un apasionado romance desde hace tiempo.

Tras vencer prejuicios y temores, tanto Blanca como Ignacio se han propuesto aceptar la elección sexual de su hija, mostrar su amplitud de criterio, y no ofrecer resistencia alguna.

Pero a lo que nadie está preparado es a la gran sorpresa de la noche: Cindy es invisible. Sólo Elena puede verla y oírla. El resto de su familia, no.

“¿Estará la nena en su sano juicio?”, se preguntan sus padres. “¿Acaso se trata de una broma?” ¿Cómo develar este enigma? ¿Es Cindy el producto de la imaginación de Elena, un invento, una quimera?

Lo cierto es que ese conflicto dispara otros tantos. Secretos familiares, verdades ocultas, asuntos no resueltos, salen a la luz y modifican los vínculos de una familia bastante negacionista y escondedora.

Será el espectador quien saque sus propias conclusiones con respecto al personaje presente por ausencia. En estos tiempos de amistades virtuales, de “sexting”, de engañosa inteligencia artificial, el intrigante texto de Markos Goikolea Unzalu y Mireia Gabilondo  (“Nunca he estado en Dublin”) cobra llamativa vigencia.

De ilusiones ¿también se vive?  Porque, según el hermano, esa relación (imaginaria o no), le ha hecho mucho bien a Elena. Y es muy probable que el “blanqueamiento” colectivo de esa noche, beneficiará a todos los miembros de esa familia.

“Una Navidad de mierda” es una comedia disparatada cuyos personajes (salvo la enigmática Cindy) resultan fácilmente reconocibles. Una esposa mandona con un vicio oculto, un marido sometido, un hijo treintañero con actitudes adolescentes, y una hija que se da permiso irrestricto para elegir lo que la haga feliz, aunque nadie la comprenda.

La puesta de Verónica Llinás y Peto Menahem es ágil y permite el lucimiento de los cuatro (¿o cinco?). Como siempre, la Llinás hace gala de su histrionismo escénico. La química entre ella y el co-protagonista, el versátil Alejo García Pintos, funciona a las mil maravillas. Ambos actores de mucho oficio y aquilatada experiencia, se sacan chispas, se complementan  y arrancan carcajadas. Tomás Fonzi  (dúctil lenguaje gestual y corporal) y la “bilingüe” Anita Gutiérrez  componen personajes que despiertan empatía y complicidad.

Muy bella la escenografía de Alberto Negrin, realzada por el diseño de luces de Carolina Rabenstein. Bellísimo el Teatro Premier, inaugurado en octubre de 1944 como Cine Teatro Premier, con su clásico estilo art decó. Una joya de la Avenida Corrientes (1565) que merece una visita.

“Una Navidad de mierda” confirma la frase de “El Principito”: lo esencial es invisible a los ojos.

Funciones: de jueves a domingos, sábados 2 funciones. Entradas por Plateanet

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