por Irene Bianchi
¿Sabe una cosa, Sra. Presidente? Hoy me encantaría estar de ánimo para salir a festejar estos 30 años de democracia. Como festejé aquel 10 de diciembre del ’83, yendo a votar con mi hijo nacido en octubre de ese año, un bebé que simbolizaba –para mí – volver a vivir después de esos años terribles de dictadura. Somos conciudadanas y coetáneas, Sra. Presidente. Sólo que yo me quedé en La Plata y viví en carne propia los allanamientos, la persecución, la súbita e inexplicable desaparición de amigos y compañeros de Facultad. El miedo, la zozobra, la irracionalidad, la locura. Y la llegada de Alfonsín a la Presidencia nos sacó de esa oscuridad, encendió la esperanza. Todos, radicales o no, volvimos a sonreír, a festejar, a soñar con un futuro mejor. Teníamos por delante un abanico enorme de posibilidades, todo por hacer. Estábamos hermanados, desbordados de alegría, libres por fin de la opresión de esos dementes mesiánicos.
Hoy mi hijo mayor tiene 30 años. Y la democracia también. Sin embargo, Sra. Presidente, el pueblo –o gran parte de él- no está feliz. Hay miedo, zozobra, inestabilidad, desesperanza. El tejido social se ha degradado con prisa y sin pausa. No es sólo responsabilidad de los 10 años de kirchnerismo (¿década ganada?). Hubo gobiernos anteriores al suyo que cometieron muchos errores; hubo y hay una oposición que no estuvo ni está a la altura de las circunstancias. Hay turbulencia, descontento, violencia en las calles, una decena de muertos esta última semana, una inflación descomunal nunca reconocida abiertamente.
Por todo esto, y sin desmerecer en absoluto la conquista popular de diciembre del ’83 (porque fuimos los ciudadanos de a pie y no los políticos quienes recuperamos la democracia), hoy no están las cosas como para tirar manteca al techo y salir a festejar. Menos para hacer una fiesta vip en la Casa Rosada, Sra. Presidente. Por pudor, ¿sabe? Es más bien tiempo de reflexión, de introspección, para tratar de entender por qué somos como un perro que se muerde la cola, como un cangrejo que se empecina en retroceder. Para entender por qué no podemos seguir el sabio consejo del gaucho Martin Fierro, y hermanarnos en pos de nuestra querida Patria, a fin de convertirla de una vez por todas en la República que nos merecemos.