“Es muy posible que cometimos errores, pero no fueron pillerías ni inconductas”, dijo hace unos días Alberto Fernández a modo de (tibia) autocrítica de su gestión.
Hechos como el Vacunatorio Vip; las reuniones presenciales y las visitas no esenciales a la Quinta de Olivos; las entradas de tarotista, estilista, adiestrador de perros, etc.; los festejos de cumpleaños del Presidente y de la Primera dama; el asadito con Moyano; el ingreso de mozos y servicio de catering, entre otros acontecimientos de público conocimiento, me pregunto si califican o no como “inconductas” o “pillerías”.
Desde mi punto de vista, algunas de las transgresiones mencionadas lindan con lo delictual en tiempos pandémicos. En todo caso, lo que claramente señalan es una falta de tacto y de ética indisimulables, y una prueba que hay argentinos de primera y de segunda; gente que goza de privilegios y prerrogativas por un lado, y el resto de nosotros por otro.
La ley en este castigado país no es pareja para todo.
Irene Bianchi / irenebeatrizbianchi@hotmail.com