“Excalibur”. Libro y letras: Pepe Cibrián Campoy. Música original: Angel Mahler. Elenco: Juan Rodó, Rodrigo Rivero, Florencia Spinelli, Sol Montero, Manuela Perin, Mauro Murcia, Pablo Rodríguez, Braian Arévalo, Eluney Zalazar, Mariano Diaz, Santiago Boiero, Vanesa Martinez, Diego Cáceres, Mara Del, Federico Buschittari. Diseño de vestuario: Pepe Cibrián Campoy y Cristian Bernardini. Vestuarista: Beatriz Pertot. Arreglos corales y dirección: Damián Mahler. Puesta de luces y Dirección General: Pepe Cibrián Campoy. Teatro Municipal Coliseo Podestá.
Si la comparamos con las anteriores comedias musicales de la exitosa dupla Cibrián- Mahler (“Drácula”, “El Jorobado de París”, “Otelo”, “Calígula”, entre otras), es justo puntualizar que “Excalibur” no está a su altura.
Esta apasionante leyenda, un clásico de la literatura, gira en torno a la figura del joven Arturo de Camelot, hijo de Uther, a quien el Mago Merlin revela el secreto de “Excalibur”, una espada mágica, que lo convertirá en legítimo Rey de Inglaterra, por ser el único capaz de arrancarla de la roca en la que está firmemente clavada.
En la versión de Cibrián, Merlín es el eje de la obra. Personaje atractivo, si los hay; figura polifacética que encarna distintos arquetipos del mundo mítico celta: el hombre salvaje, el chamán, el profeta, el hechicero, el druida, el bardo. Merlín se convierte en asesor espiritual y consejero del Rey Arturo, revelándole su propio mago interior, esa fuente de fuerza y sabiduría oculta dentro de cada ser humano, esperando salir a la luz, como la espada de la piedra.
La puesta en escena que se vio en el Coliseo Podestá –muy básica-, careció del impacto visual de la que se estrenó en Buenos Aires. No hubo efectos especiales, ni trucos de magia ni cambios escenográficos que sorprendieran ni quitaran el aliento. Entendemos que se trata de una puesta simplificada y adaptada para gira, pero aún así resultó excesivamente despojada.
En cuanto a la pintura de los personajes, por momentos se tiene la sensación que este “Excalibur” fue concebido como un espectáculo infantil, no para adultos. “Merlin” es más bien payasesco, lo cual- si bien nos permite descubrir otra faceta actoral en Rodó- le resta intensidad dramática y matices. Ese mismo criterio lineal en la marcación se percibe en el “Golbar” de Mauro Murcia, el hijo bastardo que le disputa el trono a Arturo.
Hay muy poco baile y la obra se extiende en demasía. Excelente el vestuario. Muy atractiva la “Guenevier” de la etérea Sol Montero; potente la “Laria” de Manuela Perín, y correcto Rodrigo Rivero en el rol de Arturo.
En cuanto a Juan Rodó, a quien el público ovaciona de pie al final, uno se queda con las ganas de haberlo disfrutado más, conociendo las extraordinarias dotes interpretativas de las que hizo gala en todas las producciones anteriores.