
El sábado asistí a la presentación del libro “Del aprender a pensar”, escrito por mis amigos Laura Etcheverry y Alfredo Palacios, publicado por Editorial Esdrújula, que se realizó en el bello auditorio del Colegio Inmaculada Concepción de La Plata. Fue una verdadera fiesta, por varios motivos. En primer lugar, el reencuentro con muchos docentes de “Eureka”, el “Instituto de Educación del Pensamiento”, que Laura y Alfredo capitanearon durante 3 décadas. También había ex alumnos, ya adultos, que no querían perderse la oportunidad de volver a ver a los hacedores de ese experimento educativo tan novedoso y exitoso, en el que se formaron decenas de educadores y aprendieron y crecieron cientos de niños. ¿Qué fue Eureka? Mis tres hijos asistieron a ese mágico espacio, y yo tuve la oportunidad de dictar un par de módulos de teatro, para maestras de nivel inicial (jardín de infantes) y para adolescentes. Eureka los marcó y me marcó. En contraste con la educación tradicional, ahí se estimulaba a los chicos a desarrollar un pensamiento crítico, a relacionar todas las áreas del conocimiento, a jugar a aprender y a aprender jugando, a descubrir, inventar, imaginar, fantasear, explorando con la curiosidad y el entusiasmo que les es natural y que la escuela desaprovecha y-lo que es peor- anula. Si bien Eureka cerró sus puertas debido a la pandemia, indudablemente sembró semillas que siguieron floreciendo por doquier. Su legado en los docentes, niños y adolescentes que pasaron por ahí sigue intacto. Y nosotros, los padres, estaremos siempre agradecidos a Laura y a Alfredo por haberse arriesgado a ir contracorriente y desafiar lo establecido. Abrieron caminos. ¡Gracias totales, Eureka!