¡Qué peinado sesentoso, Pupi! ¿De dónde sacaste esa vincha?
Me la hice yo, con un cacho de tela elastizada que encontré. ¿Te gusta?
Maso. Un poco ancha. Te despeja demasiado la cara. ¿Es para estirarte? ¿Un alisado casero?
No exactamente. Pero cumple otro fin estético. Se me separaron demasiado.
¿De qué hablás?
Las orejas. Con estos dos años de barbijo, el otro día me di cuenta que tengo las orejas como Dumbo, como dos pantallas, lejos del cuero cabelludo. Veré si así las domo.
¡No seas exagerada, amiga!
Mirá, la próxima vez que te duches, tiráte el pelo para atrás, bien pero bien tirante, miráte al espejo, y fijáte dónde tenés las tuyas.
Si resulta que tenés razón, ¿me regalás una?
Te la vendo. Baratita, eso sí. Es mi nuevo emprendimiento.
No das puntada sin hilo vos, eh!
No estoy sola. Lo noté el otro día mirando la entrega de los Estrella de Mar en Mardel. Varias “celebrities” tenían el pelo recogido. Y orejotas.
¡Qué devaluada esa ceremonia, che! Al aire libre, todos garcados de frío, sentados en sillas de playa, con un catering de palitos y chizitos. Una berreteada monumental.
Seis palos salió la joda. Andá a saber en qué los gastaron.
Me enteré que a todos los nominados parece que los llamaban por teléfono para asegurarse que asistieran. El anzuelo era: “Sonás para el Oro”.
Y sonaron como harpa vieja. ¡Qué chantas! Premios eran los de antes.
Los “Carlos” también hicieron ruido. Polémicos. Mucho premio consuelo, para quedar bien con Dios y con el Diablo.
Como el Presi, ¿vieron? Cuando va a Rusia o a China, habla mal de Estados Unidos. Y cuando se encuentra con Biden, le chupa las medias al yanqui. Poco serio.
No sólo eso. Según él, a todos nos encanta el comunismo. A mí no me preguntó.
¿Qué comunismo? Si China es el capitalismo más poderoso del planeta. No me jodas.
Perdón que cambie de tema, chicas. Pero ¿vieron la peli del “Gigoló”?
¿Quién? ¿Javier Bazterrica? ¿El dientudo que estafó a la hermana de Flavio, entre otras? ¡No me digas que llegó a la pantalla grande ese nabo! Argentina, país generoso…
¡No! Ése es outlet, de cabotaje al lado de “El estafador de Tinder”. Un tal Simon Leviev.
¿Y cómo operaba ése?
Seducía a minas lindas y enamoradizas, las invitaba a viajar en jet privado, las llevaba a restaurantes exclusivos, hoteles de 7 estrellas, y cuando la relación se afianzaba, inventaba un problema con sus tarjetas y les mangueaba guita.
¿Y ellas le creían?
Sí, porque el tipo actuaba como un mentiroso profesional, muy convincente.
Como muchos de nuestros políticos, ¿no? Mentirosos profesionales.
Pero poco convincentes, a esta altura.
A mí no me hubiera sacado un solo peso ese tipo. Ni dándome vuelta.
A vos, ni bola te hubiera dado, Celia. Su target eran chicas jóvenes, en edad de merecer.
También se da al revés. Pibas que se buscan un “Sugar Daddy” para pasarla bien.
¿Y eso qué es?
Un jovato con biyuya, que colma de regalos y atenciones a su “Sugar Baby”.
Y nosotras podríamos jugar a ser “Sugar Oldies”, quién te dice.
¿Y bancar buscas? ¿Con la mínima? Pasáme el edulcorante, ridícula. ¡Chin, chin!